lunes, 9 de junio de 2014

La novela del narcotráfico en Colombia, una referencia obligada para la crítica literaria. Por Daniel Felipe Osorio

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La novela del narcotráfico en Colombia,
una referencia obligada para la crítica literaria

Por Daniel Felipe Osorio
Universidad de los Andes

Osorio, Óscar (2014). El narcotráfico en la novela colombiana.  Cali: Programa Editorial Universidad del Valle.

Texto presentado y leído por el autor en el evento de lanzamiento del libro en Cali, Mayo 29, 2014. 

En “Elegía a Desquite” (1965), Gonzalo Arango predice el destino de violencia y desangramiento que vivirá Colombia en las siguientes décadas: “Yo pregunto sobre su tumba [de Desquite] cavada en la montaña: ¿No habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir? // Si Colombia no puede responder a esta pregunta, entonces profetizo una desgracia: Desquite resucitará, y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas”. En efecto, la profecía del poeta paisa se ha cumplido con estricto rigor: después de la época de la Violencia de los años cincuenta y sesenta siguió la violencia de paramilitares, narcotraficantes, guerrilleros y fuerzas del Estado, sin que pueda reconocerse, en muchas ocasiones, como señala el viejo Ismael Pasos en Los ejércitos de Rosero, “a qué ejército pertenecen, los rostros igual de despiadados” (2007,  p. 98). De la misma forma, el bandolero Desquite ha seguido encarnándose de generación en generación y este país continúa sufriendo con la sangre, el dolor y las lágrimas de las víctimas.   

Para que Colombia supere esta violencia endémica, tendremos, como advierte el nadaísta, que hacer a sus hijos dignos de vivir. Para ello, es necesario lograr una profunda comprensión de las circunstancias históricas de la violencia y de sus contextos, causas y efectos en el corto, mediano y largo plazo. Tendremos que examinar los vasos comunicantes entre las distintas violencias e identificar las transformaciones económicas y socioculturales de los entornos azotados por estamos. También tendremos que entender los efectos sicológicos que deja en las víctimas y en los victimarios. De esta manera, superaremos interpretaciones paralizantes y desesperanzadoras, como esa que explica la violencia en Colombia por una condición esencialmente violenta de sus habitantes, o aquella otra que propone que la violencia es una suerte de sino trágico de los colombianos, que nos condena, como a Prometeo, a ser devorados una y otra vez por las águilas de la violencia.

         En esta medida, la literatura ha cumplido un papel fundamental para la comprensión de los distintos escenarios de violencia por los que ha transitado la sociedad colombiana. Solamente sobre el periodo de violencia bipartidista se cuentan más de un centenar de novelas que tematizan el fenómeno. No obstante, resulta paradójico que tan ingente producción literaria no se corresponda con una vasta crítica. La razón de ello, como expresa Osorio, se debe al lastre que ha debido cargar por parte de una fracción prejuiciosa de la crítica que “la considera a priori, por su elección temática, como una mala literatura” (14).  Debido a este prejuicio, los trabajos críticos sobre esta literatura se ocupan individualmente de las obras más conocidas y no acometen una valoración en conjunto de esta producción literaria. Se hace necesario, entonces, hacer un inventario y una valoración de la producción literaria que alude a fenómenos de violencia. A este esfuerzo se ha unido el ensayista Óscar Osorio (1965) con el libro El narcotráfico en la novela colombiana, en el cual se propone el análisis de diecisiete novelas que tematizan el fenómeno del narcotráfico. La razón por la cual se incluye en el tema de la violencia es porque como el propio autor advierte, aunque el narcotráfico no es una práctica per se violenta, su condición de ilegalidad ha generado y atizado múltiples formas de violencia en las últimas décadas y ha causado un deterioro irreversible en nuestro tejido social.

El texto se divide en cuatro capítulos y unas “Notas finales”. Los dos primeros capítulos tienen una estructura similar: el primero hace el análisis de la novelística que trata de manera “marginal” el tema del narcotráfico. En este capítulo, Osorio realiza un examen individual de cada novela –en orden cronológico- y luego hace la valoración transversal del corpus completo. Su análisis da cuenta de la lectura que las novelas hacen sobre “la incidencia social” (19) del fenómeno y de cómo se transforma la percepción de los autores sobre el narcotráfico en la medida en que se presenta un desarrollo histórico de este. El segundo capítulo se ocupa de las novelas que abordan el fenómeno del narcotráfico de manera central. En este capítulo se realiza un análisis individual de cada novela –presentadas cronológicamente- y, al final, se acomete un análisis transversal del corpus. Osorio indaga nuevamente en la lectura que los autores hacen sobre la incidencia del narcotráfico en el entramado social y en el cambio de percepción que sufren en la medida en que se presenta el desarrollo histórico del fenómeno. El tercer capítulo se ocupa de hacer un análisis regional de las novelas, tomando como base los resultados obtenidos en los capítulos I y II. En este capítulo el autor indaga en las “implicaciones que las condiciones histórico-geográficas y las diferentes influencias culturales tienen en la construcción de las novelas y en su lectura de mundo” (24).  El último capítulo examina la forma en que estas novelas tematizan el fenómeno del sicariato. A propósito de esto, Óscar Osorio examina el tema de la literatura de sicarios en La virgen de los sicarios y la novela del sicario en Colombia, con el cual obtuvo el Premio Jorge Isaacs 2013, en la modalidad de ensayo. Por último, en las “notas finales”, el autor presenta una breve descripción de otras expresiones artísticas que se han ocupado de la violencia en Colombia  y de algunos trabajos críticos sobre las mismas.

Dos aspectos quiero resaltar del libro. En primer lugar, acuerdo con la profesora y crítica Aldona Bialowas Pobutsky, de la Universidad Oackland (Estados Unidos), en lo interesante que resulta el análisis regional que hace el autor. En este capítulo agrupa las obras con relación a cinco puntos neurálgicos en el desarrollo del narcotráfico y que sirven como cronotopo de las novelas: costa Atlántica, Antioquia, Valle del Cauca, Eje Cafetero y Bogotá. Quiero resaltar que en el análisis sobre la literatura producida en el Valle del Cauca, el autor devela que algunas de estas novelas traslucen una valoración positiva sobre el fenómeno. Osorio coteja las fechas de publicación de Quítate de la vía, Perico y Comandante Paraíso y constata el desarrollo histórico del fenómeno, para concluir que la lectura que estas novelas hacen del mismo están en disonancia con las múltiples fracturas que para la época ya había sufrido el tejido social debido al flagelo del narcotráfico. Esto y el análisis de la visión de mundo que se advierte en los dos textos, le permite afirmar que estas novelas están orientadas por una visión “pro-narca” y “cómplice” con el fenómeno. Por eso, puede afirmar sin eufemismos ni concesiones con los autores analizados que: “Estas novelas no solo señalan la connivencia social con el delito y la insensibilidad social con la violencia, sino que se construyen desde esta misma percepción del mundo, desde esta mirada connivente” (126).

En segundo lugar, quiero destacar el rigor crítico y la claridad expositiva del texto. Osorio no se detiene en consideraciones teóricas, filosóficas o sicológicas y se ocupa, con la precisión y la pasión de un exégeta, en rastrear minuciosamente la presentación del ideologema narcotráfico en cada una de las obras escogidas y en develar la orientación ideológica que se deriva de cada novela y, posteriormente, de cada grupo de novelas. El rigor analítico va de la mano con la construcción formal del texto: su exposición no se deja tentar por la retórica rimbombante que, a la manera de ciertos discursos postmodernos, busca encandelillar al lector para ocultar la flojedad argumentativa. El texto de Osorio, en cambio, persigue exclusivamente ofrecer a los lectores una bitácora crítica que es el resultado de una ardua investigación y reflexión sobre la literatura del narcotráfico y de la violencia.

Es preciso decir, entonces, que aunque el autor explicite no tener intenciones de “exhaustividad”, El narcotráfico en la novela colombiana es hasta el momento el único ensayo que valora un amplio corpus de novelas sobre el narcotráfico en Colombia. En este sentido, –como señala Bialowas Pobutsky- es un trabajo “abarcador, enciclopédico casi”, yo diría que también cartográfico. Por esa razón, se convierte en referente obligado para quienes nos interesa el tema del narcotráfico y de la violencia en la literatura colombiana y se constituye en un invaluable aporte para la crítica literaria y para la historia literaria colombiana.

Para concluir, quisiera señalar que este libro hace parte de una reflexión de largo aliento sobre la violencia que ha hecho el autor desde distintos géneros literarios: ensayo, crónica, poesía, novela y cuento. En una decena de libros, el autor ha auscultado a fondo diversas manifestaciones de la violencia en Colombia. En ese sentido, su obra narrativa se hace ejemplar para quienes queremos seguir explorando, a través de la creación, los variopintos cauces, sinuosidades e irrigaciones de ese turbulento río llamado violencia. De la misma manera, El narcotráfico en la novela colombiana es una invitación para que como críticos sigamos indagando –con la rigurosidad y sistematicidad que acusan este ensayo- en esa “otra literatura colombiana”.


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