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2 de junio de 2014
MÁS ALLÁ DEL SÍNDROME DEL AVESTRUZ: ‘LA NOVELA DEL SICARIO EN COLOMBIA’, DE ÓSCAR OSORIO. Por: Alejandro José López.. Presentación del libro
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20 de mayo de 2014
La novela del narcotráfico en Colombia,
una
referencia obligada para la crítica literaria
Por Daniel Felipe Osorio
Universidad
de los Andes
Osorio, Óscar
(2014). El narcotráfico en la novela
colombiana. Cali: Programa Editorial
Universidad del Valle.
Texto presentado y leído por el autor en el evento de lanzamiento del libro en Cali, Mayo 29, 2014.
En “Elegía a Desquite” (1965), Gonzalo Arango predice el destino de violencia y desangramiento que vivirá Colombia en las siguientes décadas: “Yo pregunto sobre su tumba [de Desquite] cavada en la montaña: ¿No habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir? // Si Colombia no puede responder a esta pregunta, entonces profetizo una desgracia: Desquite resucitará, y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas”. En efecto, la profecía del poeta paisa se ha cumplido con estricto rigor: después de la época de la Violencia de los años cincuenta y sesenta siguió la violencia de paramilitares, narcotraficantes, guerrilleros y fuerzas del Estado, sin que pueda reconocerse, en muchas ocasiones, como señala el viejo Ismael Pasos en Los ejércitos de Rosero, “a qué ejército pertenecen, los rostros igual de despiadados” (2007, p. 98). De la misma forma, el bandolero Desquite ha seguido encarnándose de generación en generación y este país continúa sufriendo con la sangre, el dolor y las lágrimas de las víctimas.
Para que Colombia supere esta
violencia endémica, tendremos, como advierte el nadaísta, que hacer a sus hijos
dignos de vivir. Para ello, es necesario lograr una profunda comprensión de las
circunstancias históricas de la violencia y de sus contextos, causas y efectos
en el corto, mediano y largo plazo. Tendremos que examinar los vasos
comunicantes entre las distintas violencias e identificar las transformaciones
económicas y socioculturales de los entornos azotados por estamos. También
tendremos que entender los efectos sicológicos que deja en las víctimas y en
los victimarios. De esta manera, superaremos interpretaciones paralizantes y
desesperanzadoras, como esa que explica la violencia en Colombia por una
condición esencialmente violenta de sus habitantes, o aquella otra que propone que
la violencia es una suerte de sino trágico de los colombianos, que nos condena,
como a Prometeo, a ser devorados una y otra vez por las águilas de la violencia.
En
esta medida, la literatura ha cumplido un papel fundamental para la comprensión
de los distintos escenarios de violencia por los que ha transitado la sociedad
colombiana. Solamente sobre el periodo de violencia bipartidista se cuentan más
de un centenar de novelas que tematizan el fenómeno. No obstante, resulta
paradójico que tan ingente producción literaria no se corresponda con una vasta
crítica. La razón de ello, como expresa Osorio, se debe al lastre que ha debido
cargar por parte de una fracción prejuiciosa de la crítica que “la considera a
priori, por su elección temática, como una mala literatura” (14). Debido a este prejuicio, los trabajos críticos
sobre esta literatura se ocupan individualmente de las obras más conocidas y no
acometen una valoración en conjunto de esta producción literaria. Se hace
necesario, entonces, hacer un inventario y una valoración de la producción literaria
que alude a fenómenos de violencia. A este esfuerzo se ha unido el ensayista
Óscar Osorio (1965) con el libro El narcotráfico
en la novela colombiana, en el cual se propone el análisis de diecisiete novelas
que tematizan el fenómeno del narcotráfico. La razón por la cual se incluye en
el tema de la violencia es porque como el propio autor advierte, aunque el
narcotráfico no es una práctica per se
violenta, su condición de ilegalidad ha generado y atizado múltiples formas de
violencia en las últimas décadas y ha causado un deterioro irreversible en
nuestro tejido social.
El texto se divide en cuatro
capítulos y unas “Notas finales”. Los dos primeros capítulos tienen una
estructura similar: el primero hace el análisis de la novelística que trata de
manera “marginal” el tema del narcotráfico. En este capítulo, Osorio realiza un
examen individual de cada novela –en orden cronológico- y luego hace la
valoración transversal del corpus
completo. Su análisis da cuenta de la lectura que las novelas hacen sobre “la
incidencia social” (19) del fenómeno y de cómo se transforma la percepción de
los autores sobre el narcotráfico en la medida en que se presenta un desarrollo
histórico de este. El segundo capítulo se ocupa de las novelas que abordan el
fenómeno del narcotráfico de manera central. En este capítulo se realiza un
análisis individual de cada novela –presentadas cronológicamente- y, al final, se
acomete un análisis transversal del corpus.
Osorio indaga nuevamente en la lectura que los autores hacen sobre la
incidencia del narcotráfico en el entramado social y en el cambio de percepción
que sufren en la medida en que se presenta el desarrollo histórico del
fenómeno. El tercer capítulo se ocupa de hacer un análisis regional de las
novelas, tomando como base los resultados obtenidos en los capítulos I y II. En
este capítulo el autor indaga en las “implicaciones que las condiciones
histórico-geográficas y las diferentes influencias culturales tienen en la
construcción de las novelas y en su lectura de mundo” (24). El último capítulo examina la forma en que
estas novelas tematizan el fenómeno del sicariato. A propósito de esto, Óscar
Osorio examina el tema de la literatura de sicarios en La virgen de los sicarios y la novela del sicario en Colombia, con
el cual obtuvo el Premio Jorge Isaacs 2013, en la modalidad de ensayo. Por
último, en las “notas finales”, el autor presenta una breve descripción de
otras expresiones artísticas que se han ocupado de la violencia en
Colombia y de algunos trabajos críticos
sobre las mismas.
Dos aspectos quiero resaltar
del libro. En primer lugar, acuerdo con la profesora y crítica Aldona Bialowas
Pobutsky, de la Universidad Oackland (Estados Unidos), en lo interesante que
resulta el análisis regional que hace el autor. En este capítulo agrupa las
obras con relación a cinco puntos neurálgicos en el desarrollo del narcotráfico
y que sirven como cronotopo de las novelas: costa Atlántica, Antioquia, Valle
del Cauca, Eje Cafetero y Bogotá. Quiero resaltar que en el análisis sobre la
literatura producida en el Valle del Cauca, el autor devela que algunas de estas
novelas traslucen una valoración positiva sobre el fenómeno. Osorio coteja las
fechas de publicación de Quítate de la
vía, Perico y Comandante Paraíso y
constata el desarrollo histórico del fenómeno, para concluir que la lectura que
estas novelas hacen del mismo están en disonancia con las múltiples fracturas
que para la época ya había sufrido el tejido social debido al flagelo del
narcotráfico. Esto y el análisis de la visión de mundo que se advierte en los
dos textos, le permite afirmar que estas novelas están orientadas por una
visión “pro-narca” y “cómplice” con el fenómeno. Por eso, puede afirmar sin
eufemismos ni concesiones con los autores analizados que: “Estas novelas no
solo señalan la connivencia social con el delito y la insensibilidad social con
la violencia, sino que se construyen desde esta misma percepción del mundo,
desde esta mirada connivente” (126).
En segundo lugar, quiero
destacar el rigor crítico y la claridad expositiva del texto. Osorio no se
detiene en consideraciones teóricas, filosóficas o sicológicas y se ocupa, con la
precisión y la pasión de un exégeta, en rastrear minuciosamente la presentación
del ideologema narcotráfico en cada una de las obras escogidas y en develar la
orientación ideológica que se deriva de cada novela y, posteriormente, de cada
grupo de novelas. El rigor analítico va de la mano con la construcción formal
del texto: su exposición no se deja tentar por la retórica rimbombante que, a
la manera de ciertos discursos postmodernos, busca encandelillar al lector para
ocultar la flojedad argumentativa. El texto de Osorio, en cambio, persigue exclusivamente
ofrecer a los lectores una bitácora crítica que es el resultado de una ardua investigación
y reflexión sobre la literatura del narcotráfico y de la violencia.
Es preciso decir, entonces, que
aunque el autor explicite no tener intenciones de “exhaustividad”, El narcotráfico en la novela colombiana es
hasta el momento el único ensayo que valora un amplio corpus de novelas sobre el narcotráfico en Colombia. En este
sentido, –como señala Bialowas Pobutsky- es un trabajo “abarcador,
enciclopédico casi”, yo diría que también cartográfico. Por esa razón, se
convierte en referente obligado para quienes nos interesa el tema del
narcotráfico y de la violencia en la literatura colombiana y se constituye en
un invaluable aporte para la crítica literaria y para la historia literaria
colombiana.
Para concluir, quisiera señalar
que este libro hace parte de una reflexión de largo aliento sobre la violencia que
ha hecho el autor desde distintos géneros literarios: ensayo, crónica, poesía,
novela y cuento. En una decena de libros, el autor ha auscultado a fondo
diversas manifestaciones de la violencia en Colombia. En ese sentido, su obra narrativa
se hace ejemplar para quienes queremos seguir explorando, a través de la
creación, los variopintos cauces, sinuosidades e irrigaciones de ese turbulento
río llamado violencia. De la misma manera, El
narcotráfico en la novela colombiana es una invitación para que como
críticos sigamos indagando –con la rigurosidad y sistematicidad que acusan este
ensayo- en esa “otra literatura colombiana”.
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